¿Has percibido alguna vez que estás comiendo de forma compulsiva, sin tener hambre realmente? ¿O qué te has refugiado en la comida ante determinados estados anímicos como la tristeza, la ira o el aburrimiento? En estos casos hablamos de alimentación emocional o hambre emocional. Este comportamiento no satisface una necesidad fisiológica real, sino que utiliza la comida para manejar el estrés u otras emociones como las anteriormente citadas.
¿Qué se entiende por alimentación emocional?
Básicamente, la alimentación emocional consiste en utilizar la comida para sentirse mejor. Se utiliza para controlar o paliar determinadas emociones, normalmente de cariz negativo, sin que exista una sensación física de hambre real.
En nuestra sociedad, todo tipo de celebraciones suelen realizarse en torno a la comida. Y, tal vez como consecuencia de esto, en ocasiones recurrimos a la comida para procurarnos satisfacción o algún tipo de recompensa. Esto, en sí mismo, no es un problema.
El problema real surge cuando la persona normaliza la ingesta de comida como la principal estrategia para manejar sus emociones. Este tipo de conducta se convierte en un hábito que no se puede controlar.
Sin embargo, el sentimiento sigue ahí después de comer. Con el agravante de que la persona se siente peor después del atracón. Esto lleva también al desarrollo de un sentimiento de culpa que aparece después de la ingesta de alimento.
¿Cómo controlar el hambre emocional?
Para gestionar tu alimentación emocional, es importante el desarrollo del mindfulness o atención plena. Dentro de esta técnica, existe un tipo específico relacionado con la alimentación: el mindful eating, que consiste en el aprendizaje de una forma de alimentación más consciente y saludable.
Mindful eating
Esta técnica nos ayuda a disfrutar comiendo, a saborear cada bocado en su sabor, aroma y textura, a comer de forma más reposada y a identificar nuestras sensaciones relacionadas con el hambre y la saciedad.
Su objetivo es transformar nuestro pensamiento y nuestra percepción acerca de la comida para poder disfrutar de la experiencia de comer. Es una técnica muy útil para afrontar los problemas de alimentación causados por trastornos propios de nuestra sociedad, como la ansiedad o el estrés.
El concepto fundamental es el de alimentación consciente, como forma de desarrollar mejores hábitos alimenticios. Para ello, resulta fundamental:
- Comer despacio: la comida sienta mejor y es más fácil identificar la sensación de saciedad. Asimismo, es más sencillo tomar consciencia de las razones por las que uno está alimentándose.
- Comer sin distracciones: comer con los cinco sentidos, participando de forma consciente y con atención plena en el proceso de alimentación. Hay que evitar comer frente a la televisión o con el móvil. De esta forma, nos concentramos en el alimento, en la masticación, en el sabor y demás elementos de la ingesta, y podremos saber si estamos comiendo de forma natural o emocional.
Existen otras medidas que se hacen necesarias para lograr un control de la alimentación emocional. Por ejemplo:
- Buscar alternativas a la comida para manejar tus emociones: ¿qué te hace sentir bien? ¿cómo puedes cuidar mejor de ti y de tu cuerpo? Aprender a manejar tus emociones sin recurrir a la comida es el paso clave para desarrollar un hábito alimenticio correcto y sano.
- Cambiar la relación que tienes con la comida: plantear dietas restrictivas o prohibirte determinados alimentos refuerza el vínculo emocional que se establece con la comida y provoca estrés. Sin embargo, alimentarte intuitivamente siguiendo los principios de la nutrición y el bienestar, a la larga, te ayudará a sentirte mejor y dejarás de relacionarte con la comida de una forma conflictiva.
- Practicar ejercicio: te ayudará a aliviar esa ansiedad que te lleva a comer emocionalmente, te servirá de apoyo para liberar estados emocionales como el estrés y la depresión.