El Dr. Stephen W. Porges, de la Universidad de Illinois, presentó en 1995 una teoría neurofisiológica, psicofisiológica y filogenética a la que bautizó como teoría polivagal. De acuerdo con ella, nuestra conducta social, nuestras emociones y vivencias se encuentran altamente condicionadas por la forma en que los mamíferos han regulado su sistema nervioso autónomo por medio del nervio vago.
Según esta teoría, diferentes enfermedades y trastornos psiquiátricos se producirían como consecuencia de fallos en la regulación del sistema polivagal. Entre ellas, el asma o el Trastorno Límite de la Personalidad.
Los tres niveles de la teoría polivagal
Para la teoría polivagal, existen tres niveles de reacción o tres circuitos neuronales en nuestro organismo que siguen una jerarquía:
- Rama parasimpática central-vagal del sistema nervioso autónomo, la que nos permite respirar de forma modulada y reacciona a la interacción humana, generando empatía y facilitando la interacción social. Si existe un peligro real o imaginado, este nivel se anula y se activa el siguiente.
- Rama simpática del nervio vago del sistema nervioso autónomo, la que nos provee de oxígeno gracias a la adecuada irrigación sanguínea. Constituye un sistema de defensa que nos hace luchar o huir ante amenazas o temores. Moviliza los mecanismos de supervivencia. Si ni la primera rama ni la segunda logran garantizar la seguridad del individuo, entra en acción un tercer nivel.
- Rama parasimpática dorsal del nervio vago, sistema de defensa que hace que nos quedemos quietos y no respondamos cuando nos vemos rebasados por determinadas situaciones. También se encarga de regular otros procesos, como la digestión.
Por ello, en palabras del mismo Porges, dicha teoría se plantea como “un modelo cerebro-cuerpo expansivo que enfatiza la comunicación bidireccional entre el cerebro y el cuerpo”.
Básicamente, la teoría afirma que debemos aprender a regular nuestro nervio vago a través de nuestro sistema nervioso central, que puede controlarse de forma consciente.
¿Qué es el nervio vago?
Se trata de uno de los nervios craneales más complejos de nuestro organismo. Participa en su buen funcionamiento y en nuestro bienestar físico y emocional. Es el principal nervio parasimpático, pertenece a la parte del sistema nervioso que no controlamos.
Su nacimiento se encuentra en el bulbo raquídeo y está conectado con el esófago, la laringe, los bronquios, el corazón, el estómago, el páncreas y el hígado, entre otros órganos de nuestro cuerpo. Se encarga de regular las funciones corporales involuntarias, como la respiración, la frecuencia cardiaca, la digestión o el sistema urinario.
Aplicaciones psicoterapéuticas de la teoría polivagal
Estas respuestas orgánicas se encuentran fuera de nuestro control, pero podemos reconocerlas basándonos en las respuestas fisiológicas que vamos generando. De tal forma que nuestra atención consciente y voluntaria puede encargarse de equilibrar dichas respuestas fisiológicas de carácter involuntario. Un concepto básico para esta teoría es el de neurocepción, la autopercepción de nuestro propio sistema nervioso autónomo.
Toda esta teoría tiene su traducción en una práctica clínica que puede ayudar a las personas en terapia psicológica. Deb Dana, trabajadora social clínica y consultora especializada en el trabajo con trauma complejo ha sido una de las principales divulgadoras de las aplicaciones psicoterapéuticas de la teoría polivagal.
Según esta autora, es una opción útil para ayudar a las personas a manejar sus emociones por medio de la experiencia visceral de su cuerpo, en lugar de guiarse por pensamientos u otros procesos cognitivos.
Esto puede resultar muy beneficioso en diferentes contextos de psicoterapia, ya que cuando tu estado autónomo cambia, los pensamientos, emociones y sensaciones también se transforman. Por lo tanto, esto puede traducirse en una mayor seguridad, confianza, creatividad, etc.
De acuerdo con los partidarios de la teoría polivagal, esta puede ser de utilidad en un gran número de terapias aplicadas a las relaciones, a la salud mental y al trauma: autismo, ansiedad, depresión, estrés emocional, ataques de pánico, hiperactividad, traumaterapia, terapia familiar, etc.