Los mecanismos de defensa forman parte importante de la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud y los sucesores de esta corriente psicológica y práctica terapéutica.
Bajo esta denominación se engloban un conjunto de procesos psicológicos que tienen la función de regular la forma en la que los contenidos del inconsciente se manifiestan en la consciencia de las personas y en su conducta.
Estrategias para mantener el equilibrio psicológico
Estos mecanismos de defensa son las estrategias que, según la estructura psíquica psicoanalítica, el “yo” maneja para satisfacer los impulsos del “ello” basados en el principio del placer, sin ofender al “superyo”, regido por su carácter moral. De esta forma se defiende de pensamientos o emociones que podrían generarle determinados trastornos (ansiedad, depresión, etc.).
En definitiva, los mecanismos de defensa se encargan de mantener el equilibrio psicológico para hacer frente a la angustia o ansiedad que provocan determinadas situaciones. Son mecanismos para filtrar el contenido inconsciente que nos resultaría demasiado perturbador si aflorara a la consciencia.
Se consideran absolutamente normales y naturales en la actividad psíquica del ser humano, y están presentes en todas las personas, aunque pueden resultar patológicos si se produce un abuso de ellos o se manifiestan con excesiva rigidez.
Clasificación de los mecanismos de defensa
Primarios: pertenecientes a las primeras épocas de la vida infantil, son los más primitivos y relacionados con la negación de la realidad.
Secundarios: aparecen en épocas de desarrollo posteriores, son mecanismos más elaborados y evolucionados y tienden a preservar el criterio de realidad.
5 ejemplos de mecanismos de defensa primarios
Supone el rechazo a aceptar que algo sucede, en relación con una fase egocéntrica y primitiva de la evolución como persona. Ante un acontecimiento desagradable, el sujeto hace como que no ha sucedido o que no existe (“Si yo no lo acepto, no existe”). Es un mecanismo de defensa que resulta adaptativo ante determinadas situaciones, aunque si se extiende en el tiempo representa una seria psicopatología.
Se produce un alejamiento de la realidad mediante sueños, fantasías… para evitar el estímulo desagradable. Un ejemplo claro es el bebé estresado o sobreestimulado que se protege quedándose dormido. No es una negación de la realidad propiamente dicha, sino un distanciamiento de esta.
Ante la incapacidad de reconocer determinados sentimientos como propios, el sujeto los proyecta en los demás. De esta forma libera su malestar con una distorsión de la realidad. Puede existir una proyección positiva (de virtudes) y otra negativa (de defectos).
Basado en la creencia de que todo lo que se desea se puede conseguir. La persona no es capaz de reconocer la existencia separada del resto con una voluntad distinta de la suya. En sus manifestaciones más extremas, unas metas poco realistas pueden ser la causa de trastornos como la depresión.
El sujeto desconecta de la situación para conseguir sobrellevar la experiencia traumática, creando incluso una representación de sí mismo. De esta forma consigue aislarse de la realidad. Cuando no es pasajero y se mantiene en el tiempo puede originar graves trastornos de personalidad.
5 ejemplos de mecanismos de defensa secundarios
Consiste en el olvido voluntario de la experiencia traumática o de los sentimientos o deseos asociados que resultaron perturbadores. Se excluye este hecho o sus afectos de la consciencia y se entierra en el inconsciente.
Es el proceso inconsciente que el sujeto pone en marcha para regresar a etapas infantiles ya superadas de su desarrollo. De esta forma evita el conflicto que suponen los cambios y el propio desarrollo. Si se prolonga en el tiempo este mecanismo de defensa, puede resultar muy problemático. Un ejemplo típico es el niño que vuelve a orinarse en la cama cuando nace un hermano.
Consiste en la redirección y focalización de las emociones en un aspecto u objeto diferente del motivo real que origina nuestra preocupación, ya que resultaría demasiado desagradable. Permite descargar los afectos con menos peligro. Es uno de los principales mecanismos de defensa que aparecen en las fobias.
Se basa en la búsqueda inconsciente de vías alternativas para conseguir la descarga de deseos o impulsos prohibidos o mal vistos socialmente. Es un escape adaptativo para dichos impulsos. En lugar de luchar contra ellos se produce la descarga a través de otro impulso socialmente aceptable. Ejemplos clásicos son la satisfacción a través del arte como nuevo destino de las pulsiones sexuales o el cirujano que canaliza en el quirófano sus impulsos sádicos.
Compensación o formación reactiva
Funciona transformando un impulso o emoción en su opuesto: por ejemplo, el odio en amor. Frecuente en personas que temen sus emociones agresivas.
Los mecanismos de defensa proceden, como hemos dicho, de la teoría psicoanalítica, pero también son estudiados en la terapia Gestalt.
Puedes solicitar cita previa para tratamiento aquí.
Autor: Psicólogo José Álvarez