Una buena función digestiva es vital para la salud del ser humano. Por este motivo, una correcta nutrición desde los primeros compases de la vida es clave para el mantenimiento del sistema digestivo y los órganos que lo componen.
Hasta no hace mucho tiempo esta idea estaba clara para la salud física, pero no tanto para la psicológica. Sin embargo, estudios recientes dentro del campo de la neurociencia revelan la influencia del funcionamiento intestinal en nuestras emociones y también en nuestros procesos de aprendizaje.
Nuestro sistema digestivo, el “segundo cerebro”
En la ultima década se ha desarrollado una interesante línea de investigación sobre la influencia del sistema digestivo y su flora microbiana en nuestras emociones. Hasta el punto de que se le ha denominado el “segundo cerebro”.
Que el cerebro influía sobre la digestión es algo que teníamos claro desde hace mucho tiempo, pero ahora se sugiere un camino de ida y vuelta. El hecho es que nuestro sistema nervioso digestivo está en permanente diálogo con el cerebro a través de sus millones de neuronas. Ambos sistemas se retroalimentan, las bacterias presentes en nuestro intestino influyen a nuestro cerebro.
Hoy en día, diferentes estudios avanzan para comprender mejor la relación entre la microbiota intestinal, funciones psicológicas básicas como el aprendizaje y la memoria, trastornos psicológicos como el estrés, ansiedad y depresión, y enfermedades neurodegenerativas como alzhéimer y párkinson.
¿Cómo influye el sistema digestivo en el aprendizaje del ser humano?
Según estas investigaciones, el intestino tiene una importante influencia en nuestros procesos de aprendizaje. Los millones de microorganismos que habitan nuestro sistema digestivo determinan los factores de crecimiento neuronal.
Por este motivo, es fundamental que la dieta sea sana y equilibrada desde la infancia, ya que la conformación de esa flora intestinal o microbiota va a influir en el desarrollo del aprendizaje, inteligencia y gestión emocional de la persona.
Un grupo de investigadores estadounidenses compararon dos cepas de ratones, una de ellas con escasa población de bacterias intestinales. Así, descubrieron que los ratones con una microbiota más reducida tenían mayores dificultades a la hora de aprender qué peligros evitar. También descubrieron que las células llamadas microglía repercuten en la remodelación de las redes cerebrales y en su plasticidad.
Los cambios en la expresión genética de la microglía pueden interferir en la sinapsis, la conexión y reconexión de las neuronas, durante el desarrollo e influir sobre el aprendizaje, la memoria, la función cognitiva y motora.
La investigación también demostró que el metabolismo de esos ratones de flora intestinal más débil produce sustancias (metabolitos) directamente vinculadas con enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia y el autismo.
Los investigadores consideraron la reversibilidad de este fenómeno a través del restablecimiento de la microbiota, pero solo se pudo evitar las deficiencias de aprendizaje en aquellos ratones en los que se intervino justo después del nacimiento.
Esto demuestra que debe velarse por una nutrición y una flora intestinal saludable desde edades muy tempranas.
La investigación en este terreno sigue desarrollándose y seguro que en los próximos años nos depara nuevos hallazgos útiles para la medicina, la psicología y otras disciplinas.
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