Introducción
El 48% de los trabajadores europeos considera que el estrés laboral afecta a su salud, suponiendo uno de los problemas más graves que afecta a las organizaciones. Y no sólo es una amenaza para la salud de los trabajadores , sino que afecta también y a su bienestar emocional y por ello a su productividad. En este artículo vamos a ver en detalle en qué consiste el estrés laboral y el síndrome del burnout.
El estrés negativo es consecuencia de una fuerte demanda para el individuo que puede agotar sus capacidades de afrontamiento, produciéndose por la discrepancia entre las demandas del ambiente y los recursos de la persona para hacerles frente.
Por su parte, aquellas profesiones que consisten en atender a personas de forma directa y con gran relevancia para el usuario (como médicos, policías, profesores, cuidadores…), pueden desarrollar estrés ocupacional conocido como “burnout” o “hastío”.
Se entiende este síndrome del “quemado” como una respuesta emocional y cognitiva a ciertos factores o como respuesta inadecuada al estrés. La preparación del personal en su profesión no siempre resulta suficiente para hacer frente a las situaciones habituales, provocándoles la sensación de incapacidad para desempeñar su labor y sentimientos de fracaso personal.
El burnout o síndrome de estar quemado se entiende como una respuesta prolongada a estresores crónicos tanto a nivel personal como a nivel relacional en el trabajo.
Se caracteriza por:
- Cansancio emocional:
- Dificultades para la gestión emocional
- Sentimientos de incapacidad para aportar a las demás personas.
- Dificultades para la gestión emocional
- Despersonalización:
- Tendencia a ver a las personas con las que se trabaja como objetos impersonales
- Tendencia a ver a las personas con las que se trabaja como objetos impersonales
- Reducción en la realización personal:
- Disminución de expectativas personales
- Baja autoestima
- Disminución de expectativas personales
Manifestaciones del síndrome
- Emocionales: evitación afectiva como mecanismo de defensa, cinismo, irritabilidad, aburrimiento, impaciencia, desorientación, sentimientos de omnipotencia, dificultad de concentración incluso en tareas cotidianas, tendencias depresivas, hipersensibilidad a la crítica, limitación en toma de decisiones, bloqueo mental.
- Psicosomáticos: pérdida de peso, fatiga crónica, dolores frecuentes de cabeza, insomnio, problemas gastrointestinales, dolores musculares, etc.
- Conductuales: Explosiones emocionales de ira, ansiedad o baja autoestima, absentismo laboral, consumo excesivo de fármacos, alcohol, tabaco, café, etc, incapacidad para relajarse, comer en exceso, relación social superficial y pérdida de interés por relacionarse.
- En el ambiente laboral: disminuye la capacidad de trabajo, aumentan las dificultades con los compañeros y el trato hostil, comunicación deficiente, alta tasa de cambios de trabajo, disminución en la calidad de sus tareas e insatisfacción por el trabajo realizado.
El síndrome no aparece de forma súbita, sino que es la manifestación final de un proceso continuo con signos previos, como la sensación de inadecuación al puesto de trabajo, la carencia de recursos para afrontar las demandas de su labor, la falta de formación, carencia de tiempo o la incapacidad para resolver problemas.
Características individuales
Cómo y por qué las personas responden ante un estresor, unas con una reacción negativa, otras apenas responden y otras, en cambio, lo hacen con respuesta que les permiten crecer y mejorar. Ello es determinante en la salud de las personas, sobre todo en su relación con las enfermedades coronarias.
Veamos los factores determinantes:
- Personalidad Tipo A Estilo de personalidad determinado por la impaciencia, agresividad, urgencia, esfuerzo por el logro, competitividad, hostilidad, velocidad extrema y compromiso excesivo con el trabajo. Este patrón conlleva mayor exposición a estresares aumentando el riesgo coronario.
- Personalidad Tipo B
Más relajados en su labor e incluso acomodaticios, aunque puedan tener el mismo nivel de aspiración o logro que el tipo A, experimentan estrés en menor medida. - Locus de control.
Se diferencia entre interno y externo y es una respuesta moduladora del estrés. Se refiere a la creencia de los eventos de la vida están controlados por las propias acciones (locus interno) o por circunstancias externas (locus externo).
Las personas con locus interno asumen sus decisiones y acciones personales y los que parten del locus externo, consideran que el control depende de la suerte o el destino.
Ninguna de las opciones en extremo es adaptativa, sino que más bien hay que ponderar el locus interno pero considerando el locus externo como una realidad que también afecta. - Neuroticismo o Ansiedad.
Algunas personas tienen un rasgo de personalidad con tendencia hacia la ansiedad y son más vulnerables a sentir estrés. También pueden aparecer quejas somáticas con consecuencias sobre la salud. Esta variable es importante a la hora de percibir el estrés, ya que predispone a estados de inquietud acerca de la incertidumbre de los sucesos. - Tolerancia a la ambigüedad.
La ambigüedad se refiere a la relación entre la situación y la propia persona, lo que supone un estresor básico pero también familiar y social.
Los estímulos ambiguos son considerados como amenazantes con mayor probabilidad por las personas con alta ansiedad que como neutros, en comparación con personas bajas en este rasgo de personalidad.
También repercutirá en la consideración de estrategias y respuestas de afrontamiento, lo que implica mayor flexibilidad frente a una mayor rigidez de los individuos con baja tolerancia a la ambigüedad. - Personalidad resistente
Los atributos esenciales de una personalidad resistente al estrés son tres: control, reto y compromiso.- El control se refiere a la creencia de que uno puede influir sobre el curso de los eventos, asumiendo su propia responsabilidad y no cayendo en el devenir del destino.
- El reto se basa en la tendencia a confiar que el cambio, y no la estabilidad, es la esencia de la vida. Las personas que se plantean la vida como un “reto” se aproximan a las experiencias con flexibilidad psicológica y tolerancia a la incertidumbre. Ello permite observar los estresores como posibilidades.
- El compromiso se establece hacia uno mismo, lo que está haciendo y la tendencia a implicarse de forma voluntaria en las diferentes situaciones vitales como el trabajo, la familia, las relaciones o la salud.
- El control se refiere a la creencia de que uno puede influir sobre el curso de los eventos, asumiendo su propia responsabilidad y no cayendo en el devenir del destino.
- Autoestima.
Si la persona no fomenta un alto cuidado hacia sí misma, los estresores pueden suponer una mayor sobrecarga sobre sus posibilidades de acción, ya que la perspectiva de habilidades de afrontamiento es subjetiva. - Edad.
La edad está vinculada a la condición biológica y, teniendo en cuenta que nuestro organismo tiende al deterioro, según transcurren los años, el sistema homeostático del cuerpo se verá cada vez más mermado en su respuesta automática de equilibrado.
Por el contrario, el aprendizaje desarrollado sobre las experiencias previas puede afinar la estrategia y permitir no malgastar esfuerzos valdíos en sobrecargas innecesarias.
Por ello, la edad puede ser un arma de doble filo que hay que aprender a manejar.
Apoyo social
El trabajo cumple con muchas funciones entre las que se encuentran la identidad social de las personas, la integración en un grupo, el status, la satisfacción de las necesidades sociales y la creación de oportunidades para sentirse útiles.
El apoyo social, como en tantas otras dificultades psicológicas, permite “repartir la carga”, no tanto en términos estrictos del trabajo, sino más bien la carga emocional que nuestro sistema limitado llega a soportar. La capacidad de conectar con los demás, permite sentirnos escuchados, comprendidos y valorados de forma que nuestro cerebro social puede aliviar su tensión y mover su energía de forma beneficiosa para su organismo.
Entre los diferentes tipos de apoyo social podemos señalar:
- Apoyo informativo: Sugerencias, consejos, informaciones, orientaciones.
- Apoyo emocional: Conexión, afecto, interés, escucha.
- Apoyo instrumental: Ayuda económica, cambio de roles, alternativas de trabajo.
El estrés laboral puede reducir el impacto negativo hacia la salud gracias a la influencia del apoyo social:
- Puede mejorar la salud porque satisface necesidades básicas de la persona como la afiliación, seguridad, sentimiento de pertenencia, aprobación, produciendo efectos positivos sobre el estrés.
- A su vez, el apoyo social puede fomentar una mejora de la autoestima de la persona. Al recibir confianza de los demás, puede aumentar la perspectiva interna de autoeficacia, por lo que puede estar en mejor predisposición para afrontar situaciones estresantes.
- Verse rodeado de un entorno social positivo puede minimizar los conflictos personales y, por extensión, aumentar la satisfacción laboral en un clima más benigno que favorezca la experiencia de la persona.
Objetivos terapéuticos
Las investigaciones sobre el burnout sugieren la necesidad de producir cambios en los ambientes laborales (estrategias de mejora de la situación laboral) o cambios en la persona ( técnicas que permitan aumentar los recursos personales) teniendo en cuenta la interacción persona - trabajo.
Otros investigadores, apuestan por la llamada vinculación psicológica, dentro del continuo burnout-engagement. Se considera esta vinculación como la capacidad de afrontar las nuevas demandas que surgen cada día en el trabajo de forma positiva, estableciendo un estado mental vigoroso, fluido y dedicado que depare en una mayor satisfacción laboral. Un estado psicológico caracterizado por la atención focalizada, la unión mente-cuerpo, la concentración en el esfuerzo, la distorsión del tiempo, claridad mental y, en definitiva, un disfrute intrínseco en la actividad.
Autor: Psicólogo Ignacio Calvo