El fenómeno del bullying, o acoso escolar, es una problemática que ha recibido gran atención en los últimos años debido a sus impactos negativos en la salud mental y emocional de quienes lo sufren. Sin embargo, existe un subgrupo de individuos que han vivido la experiencia de ser víctimas de bullying y posteriormente han adoptado conductas agresivas hacia otros, convirtiéndose en lo que se conoce como "bully-victims". Este comportamiento presenta un desafío adicional en la comprensión y prevención del bullying, ya que no solo implica la protección de las víctimas originales, sino también la intervención con aquellos que han internalizado la agresión y la han externalizado hacia otros.
Origen del término "bully-victims"
El término "bully-victims" se refiere a individuos que han experimentado tanto el rol de víctima como el de agresor en situaciones de acoso escolar. Estos individuos suelen ser identificados por haber sido objeto de acoso por parte de sus compañeros, pero a su vez, han respondido a esta agresión replicando patrones de comportamiento abusivo hacia otros. Este fenómeno plantea interrogantes sobre las complejidades de la dinámica del bullying y las repercusiones a largo plazo que puede tener en la salud mental de quienes lo experimentan.
Características de los bully-victims
Los bully-victims comparten características tanto con las víctimas tradicionales del bullying como con los agresores. En cuanto a su relación con la victimización, estos individuos pueden experimentar niveles significativos de ansiedad, depresión y baja autoestima como resultado de ser objeto de acoso por parte de sus pares. Sin embargo, a diferencia de las víctimas convencionales, los bully-victims también exhiben conductas agresivas y de dominación hacia otros, adoptando roles de poder y control que replican los patrones de comportamiento observados en los agresores.
Esta dualidad de roles puede deberse a diversas causas, como la internalización de la agresión sufrida, la falta de habilidades para manejar conflictos de manera constructiva o la búsqueda de validación social a través de comportamientos dominantes. En muchos casos, los bully-victims han aprendido a utilizar la agresión como una estrategia de defensa o de respuesta ante situaciones de vulnerabilidad, replicando así los mismos mecanismos de poder que han experimentado como víctimas.
Factores de riesgo y protección
El desarrollo de conductas bully-victims puede estar influenciado por una combinación de factores de riesgo y protección que interactúan en el contexto individual, familiar y social de cada individuo. Algunos de los factores de riesgo que se han identificado incluyen la exposición temprana a situaciones de violencia, la falta de apoyo emocional por parte de figuras significativas, la presencia de conflictos familiares o la ausencia de habilidades sociales para gestionar las relaciones interpersonales de manera saludable.
Por otro lado, existen factores de protección que pueden mitigar el riesgo de desarrollar comportamientos bully-victims, como el apoyo emocional y la comunicación abierta en el ámbito familiar, la promoción de habilidades de resolución de conflictos y empatía, así como el acceso a recursos de apoyo psicológico y social en caso de ser necesario. La identificación temprana de estos factores y su abordaje adecuado pueden contribuir a prevenir la perpetuación del ciclo de violencia en los individuos que han experimentado situaciones de bullying como víctimas.
Impacto en la salud mental y emocional
El fenómeno de los bully-victims no solo tiene implicaciones en la dinámica interpersonal de los entornos escolares, sino que también puede tener un impacto significativo en la salud mental y emocional de quienes lo experimentan. Estos individuos enfrentan un doble desafío al tener que lidiar con las secuelas emocionales de la victimización, así como con las tensiones internas derivadas de adoptar roles agresivos hacia otros.
Consecuencias a corto y largo plazo
A corto plazo, los bully-victims pueden experimentar un aumento en los niveles de estrés, ansiedad y sentimientos de culpa debido a la internalización de la agresión y la victimización sufrida. Esta combinación de factores puede manifestarse en problemas de conducta, dificultades para regular las emociones y conflictos interpersonales con sus pares y adultos significativos en su entorno. A largo plazo, estas dificultades emocionales no resueltas pueden contribuir al desarrollo de trastornos mentales como la depresión, la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático o la conducta antisocial.
Además, los bully-victims pueden experimentar dificultades para establecer relaciones interpersonal saludables, confiar en los demás, expresar de forma adecuada sus emociones y resolver conflictos de manera constructiva. Estas limitaciones en las habilidades sociales y emocionales pueden perpetuar el ciclo de agresión y victimización en diferentes contextos de la vida de estos individuos, contribuyendo a la persistencia de la conducta bully-victim tanto en la adolescencia como en la adultez.
Intervención y prevención
Para abordar de manera efectiva el fenómeno de los bully-victims, es fundamental implementar estrategias de intervención y prevención que consideren las complejidades de esta problemática. Tanto en el ámbito escolar como en el familiar y comunitario, es importante crear espacios seguros y de confianza donde los individuos puedan expresar sus emociones, recibir apoyo emocional y aprender estrategias saludables para gestionar los conflictos de forma constructiva.
Intervención en el ámbito escolar
En el entorno escolar, es crucial fomentar una cultura de respeto, empatía y tolerancia donde se promueva la inclusión, la diversidad y la colaboración entre los estudiantes. Los programas de prevención del bullying deben incluir estrategias de sensibilización, formación en habilidades sociales, resolución de conflictos y gestión emocional, así como mecanismos de seguimiento y apoyo para aquellos individuos que han sido identificados como bully-victims.
Además, es importante brindar herramientas a los profesores y personal educativo para detectar señales de alerta de conductas bully-victims, intervenir de manera oportuna y derivar a los individuos afectados a recursos especializados en caso de ser necesario. La colaboración con profesionales de la psicología y la psicopedagogía puede ser clave en el diseño e implementación de estrategias efectivas para prevenir la perpetuación de la violencia en el ámbito escolar.
Intervención en el ámbito familiar y comunitario
Además del ámbito escolar, es fundamental involucrar a las familias y a la comunidad en la prevención y abordaje de las conductas bully-victims. Promover una comunicación abierta y afectuosa en el seno familiar, establecer límites claros sobre la violencia y el respeto hacia los demás, y brindar apoyo emocional a los niños y adolescentes son factores clave para prevenir la replicación de patrones de agresión en el entorno doméstico.
Asimismo, es importante sensibilizar a la comunidad en su conjunto sobre los riesgos y consecuencias del bullying, promover la denuncia de situaciones de acoso escolar y fomentar la colaboración intersectorial entre instituciones educativas, organizaciones sociales, servicios de salud y autoridades locales para abordar de manera integral esta problemática.
Conclusiones
En resumen, los bully-victims representan una manifestación compleja y multifacética del fenómeno del bullying, que involucra la vivencia simultánea de la victimización y la agresión en individuos que han sido expuestos a situaciones de acoso escolar. Esta dinámica plantea desafíos adicionales en la comprensión y prevención del bullying, así como en la intervención con aquellos que han internalizado la agresión y la han externalizado hacia otros.
Para abordar de manera efectiva las conductas bully-victims, es fundamental implementar estrategias de intervención y prevención que consideren los factores de riesgo y protección en el ámbito individual, familiar y social de cada individuo. Promover una cultura de respeto, empatía y tolerancia, brindar apoyo emocional y promover el desarrollo de habilidades sociales y emocionales saludables son pilares fundamentales en la prevención de la violencia y la promoción de entornos seguros y saludables para el crecimiento y desarrollo de los niños y adolescentes.