Para el enfoque sistémico, la persona “enferma” se redefine como una persona “portadora de un síntoma” cuyo origen hay que buscar en una dinámica disfuncional que sucede en uno o varios de los sistemas en los que se encuentra inserta dicha persona. Por tanto, en la terapia normalmente participan todas las personas que conviven en el núcleo familiar (padre, madre, hermano/a, pareja, etc).
La terapia sistémica es un enfoque terapéutico que se aplica en el tratamiento de trastornos conceptualizados como la expresión de las alteraciones en las interacciones, estilos relacionales y patrones comunicacionales de un grupo social comprendido como un sistema humano.
Los conceptos sistémicos, así como sus métodos y técnicas terapéuticas pueden aplicarse a la pareja, a los equipos de trabajo, a los contextos escolares, a las familias y también a las personas individuales. Lo que resulta claramente diferenciador es que el énfasis está puesto en la dinámica de los procesos comunicacionales, en las interacciones entre los miembros del sistema y entre los subsistemas que lo componen. La intervención sistémica, por tanto, plantea el paso del individuo al sistema, de lo intrapsíquico a lo interpersonal, utilizando así la interacción como elemento de trabajo y comunicación. Por todo ello no se atiende al “¿por qué?” un individuo actúa de determinada manera sino al “¿cómo?” lo hace.