En la niñez, es común observar una variedad de comportamientos que pueden ser considerados como nerviosos o hiperactivos por parte de los padres, maestros y cuidadores. Sin embargo, es importante destacar que existe una diferencia significativa entre un niño que presenta ansiedad o nerviosismo y un niño que presenta trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). En este artículo, exploraremos las tres principales diferencias entre un niño nervioso y un niño hiperactivo.
1. Naturaleza de los síntomas
Una de las primeras diferencias clave entre un niño nervioso y un niño hiperactivo radica en la naturaleza de los síntomas que presentan. Un niño nervioso puede manifestar ansiedad, inquietud e inseguridad en diversas situaciones, como por ejemplo, al enfrentarse a un examen escolar, interactuar con personas desconocidas o experimentar cambios en su entorno.
Por otro lado, un niño hiperactivo generalmente exhibe un patrón persistente de impulsividad, falta de atención y exceso de energía que interfiere significativamente con su funcionamiento diario. Estos niños tienden a ser inquietos, desorganizados, impulsivos y tienen dificultades para concentrarse en tareas específicas durante períodos prolongados de tiempo.
Diferencias en el comportamiento
El comportamiento de un niño nervioso tiende a ser más reactivo y focalizado en situaciones particulares que generan ansiedad o estrés en el niño. Pueden presentar síntomas como llanto, temblores, dificultad para hablar o hacer frente a situaciones sociales.
Por otro lado, el comportamiento de un niño hiperactivo se caracteriza por una falta de filtros en sus acciones y comportamiento impulsivo. Pueden interrumpir conversaciones, tener dificultad para seguir instrucciones, jugar de manera brusca o tener dificultades para esperar su turno en juegos o actividades grupales. Este comportamiento suele ser constante, independientemente de la situación en la que se encuentren.
2. Duración y frecuencia de los síntomas
Otra diferencia significativa entre un niño nervioso y un niño hiperactivo se encuentra en la duración y la frecuencia de los síntomas que presentan. En el caso de un niño nervioso, los episodios de ansiedad suelen ser más intermitentes y relacionados con situaciones específicas que desencadenan su nerviosismo.
En contraste, un niño hiperactivo experimenta síntomas persistentes y crónicos de impulsividad, hiperactividad y falta de atención que pueden manifestarse en múltiples contextos, como en casa, en la escuela, con amigos y en otras actividades cotidianas. Estos síntomas no están necesariamente ligados a una situación específica, sino que son una característica constante en la vida del niño.
Impacto en el rendimiento académico y social
El nerviosismo ocasional de un niño puede interferir temporalmente en su rendimiento académico o social, pero una vez que la situación de estrés disminuye, es probable que el niño recupere su funcionamiento habitual. Por el contrario, los síntomas del TDAH en un niño hiperactivo pueden afectar de manera significativa su desempeño en la escuela, las relaciones interpersonales y su autoestima de forma crónica si no se abordan de manera adecuada.
3. Evaluación y tratamiento
La evaluación y el tratamiento de un niño nervioso y un niño hiperactivo también difieren en varios aspectos. Para un niño que presenta ansiedad o nerviosismo ocasional, es importante brindarle apoyo emocional, enseñarle estrategias para manejar el estrés y fomentar un ambiente de seguridad y confianza en su entorno.
En el caso de un niño hiperactivo, es fundamental realizar una evaluación exhaustiva por parte de profesionales de la salud mental para determinar si cumple con los criterios diagnósticos del TDAH. El tratamiento del TDAH generalmente implica una combinación de terapia conductual, intervenciones educativas, manejo de la medicación, apoyo familiar y seguimiento continuo para abordar los síntomas y mejorar la calidad de vida del niño.
Enfoque interdisciplinario
Además, el abordaje del TDAH a menudo requiere un enfoque interdisciplinario que involucra a psicólogos, psiquiatras, pediatras, maestros y otros profesionales de la salud para proporcionar un tratamiento integral y personalizado que se adapte a las necesidades específicas del niño. Este enfoque colaborativo es fundamental para garantizar que el niño reciba la atención y el apoyo necesarios para gestionar sus síntomas de manera efectiva.
En conclusión, si bien puede ser difícil distinguir entre un niño nervioso y un niño hiperactivo en ocasiones, es importante tener en cuenta las diferencias clave en la naturaleza de los síntomas, la duración y frecuencia de los mismos, así como la evaluación y el tratamiento necesarios para cada situación. Al comprender estas distinciones, los padres, educadores y profesionales de la salud pueden brindar el apoyo adecuado a los niños que presentan estos comportamientos para promover su bienestar emocional y su desarrollo saludable.