Introducción

La ira es una de las emociones consideradas básicas o primarias y por tanto resulta universal y trata de ser adaptativa. La emoción de la ira trata de preparar al organismo para reaccionar ante una situación que es considerada de desprecio u ofensa. La ira está asociadad con la rabia, la furia, el resentimiento, la irritabilidad, el fastidio, la hostilidad, la indignación y en sus posiciones más extremas, con la violencia y el odio patológicos.

Según Izard, la ira es una respuesta primaria del organismo al verse éste bloqueado ante la consecución de una meta o satisfacción de una necesidad. Esta reacción emocional suele estar asociadad a situaciones en los que la persona percibe una ofensa o agresión y que genera un sentimiento de indignación o rabia. Estos sentimientos serán más intensos cuanto más injustificados, gratuitos o indignantes se consideren los daños.

La ira nos activa de tal manera que prepara al organismo para iniciar y mantener intensos niveles de activación focalizada y dirigida hacia una meta como parte de la respuesta de supervivencia de la "lucha". Esta movilización del sistema nervioso simpático busca restablecer la propia protección, dignidad, fuerza y resistencia.

Esta emoción tiene una gran repercusión para nuestro bienestar y salud, y hay tres formas de expresarla:  supresión (no expresarla nunca), expresión (hacerlo habitualmente) y control (decidir si se expresa o no), siendo esta última la más adaptativa. La supresión tiende a generar la llamada Ira Interna, que está muy asociada al desarrollo de trastornos cardiovasculares, ya que toda la energía que se moviliza no encuentra ninguna vía de canalización y "resuena" dentro de la persona, pudiendo dañar a largo plazo sus sistemas vitales. La expresión nos lleva a la llamada Ira Externa, que sí bien resulta más saludable para el organismo, a nivel social, repercute muy negativamente en las relaciones de la persona.

Síntomas

Respecto a los síntomas físicos, la ira activa a la rama simpática del sistema nervioso autónomo, pero en menor medida que el miedo. Se asocia con un incremento del latido cardiaco, tensión muscular, presión sanguínea, conductancia de la piel y aumento del calor en la zona del rostro. 

A nivel conductual, cualquier asociación entre la experiencia de la ira y las conductas de agresión no es una cuestión de causa-efecto imprescindible, es un incremento de la probabilidad de agresión si la ira es expresada. En cuanto a la expresión facial, se produce tensión mandibular y el vestigio ancestral de mostrar los dientes, como una tendencia a morder. La mirada es fija, directa y el ceño fruncido.

Conducta agresiva

Según Mergargee, la aparición de la conducta agresiva está determinada por cuatro factores que a su vez interactúan con la intensidad de la respuesta:

- La potencialidad para la agresión: Los factores internos que hacen que el individuo ataque físicamente a alguien.

- La intensidad del hábito: cuantas más veces se haya visto reforzada la conducta agresiva persiguiendo su objetivo, más tendencia se tendrá a desarrollarla.

- Las inhibiciones contra la agresión: dependiendo del contexto educativo donde se haya desarrollado la persona, puede haberse visto mal la agresividad y por tanto sancionada o por el contrario, haberse legitimado como necesaria.

- La situación favorece o inhibe: por ejemplo, los partidos de fútbol pueden ser contextos donde se favorezca la agresión hacia el arbitro o el otro equipo, presionados por la influencia grupal.

De la ecuación resultante entre factores inhibidores y potenciadores, aumentará o no la posibilidad de la que aparezca una conducta agresiva.

Se han de trabajar los factores inhibidores en terapia; dichos factores son internos, como la historia de aprendizaje, la predisposición genética o cuestiones hormonales, y externos, como las normas de convivencia, los factores sociales y las posibles sanciones.

Tratamiento

- Mejorar el conocimiento sobre las emociones en general y las particularidades de la ira, así como sus posibilidades de regulación.

- Hacer consciente a la persona de las manifestaciones internas y externas de la ira en su caso particular, para aprender a reconocerlas de forma anticipada y así reducir la probabilidad de emitir conductas agresivas.

- Mejora de la comunicación emocional, como vehículo para la expresión de la ira, y canalización la energía que moviliza, así como aumentar las estrategias en el manejo de conflictos.

- Aumento de las estrategias de regulación emocional con especial fortalecimiento de los procesos atencionales y la consciencia del cuerpo.

 

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