Durante años nos han enseñado a controlar las emociones, a mantener la compostura y a “estar bien” incluso cuando algo dentro de nosotros duele. Sin embargo, negar lo que sentimos no nos hace más fuertes: nos desconecta de nuestra humanidad. Darse permiso para sentir es un acto de valentía emocional, una puerta hacia la autenticidad y la sanación.
El peso de la represión emocional
Desde pequeños, muchos aprendemos que hay emociones aceptables y otras que deben esconderse. Se nos dice que “no llores”, “no te enfades” o “no tengas miedo”, mensajes que poco a poco generan una distancia entre lo que sentimos y lo que mostramos.
En el artículo “Bloqueo emocional: causas y tratamiento” se explica cómo la represión constante puede derivar en ansiedad, somatización y desconexión del cuerpo. Las emociones no expresadas no desaparecen: se acumulan.
¿Qué significa realmente darse permiso para sentir?
No se trata de dejarse arrastrar por las emociones, sino de reconocerlas sin miedo. Darse permiso para sentir implica aceptar la tristeza sin etiquetarla de “mala”, abrazar la rabia sin culpa y escuchar la ansiedad sin intentar silenciarla inmediatamente.
Las emociones son mensajeras: cada una nos ofrece información valiosa sobre nuestras necesidades. La tristeza puede indicar pérdida, la rabia, injusticia; la ansiedad, falta de seguridad. Escuchar en lugar de huir nos permite responder con conciencia y no desde la reactividad.
El papel del cuerpo en el sentir
Las emociones no viven en la mente, sino en el cuerpo. Cuando sentimos, el cuerpo vibra, tiembla o se tensa. Volver a habitarlo es fundamental para reconectarnos emocionalmente. En “Terapia sensorial y cuerpo: reconectar con lo que sientes” se explica cómo la conciencia corporal es una vía directa para liberar la emoción retenida.
Mindfulness, respiración y movimiento consciente son herramientas para observar sin juzgar. No se trata de eliminar la emoción, sino de darle espacio para transformarse.
Por qué evitar sentir nos desconecta de la vida
Cuando evitamos el dolor, también apagamos la alegría. La represión emocional crea una anestesia general: no solo bloquea lo incómodo, también lo bello. En “Desconexión emocional y apatía” se aborda cómo este adormecimiento interior puede confundirse con calma, cuando en realidad es un mecanismo de defensa ante el miedo a sufrir.
Permitirnos sentir es recuperar la gama completa de la experiencia humana, incluso cuando duele. La vulnerabilidad no es debilidad: es la puerta a la conexión.
Darse permiso también para sentir lo agradable
Curiosamente, muchas personas también sienten culpa al experimentar placer, alegría o satisfacción. Nos cuesta sostener lo bueno sin esperar que algo malo ocurra. Aprender a recibir lo positivo con apertura es tan importante como afrontar lo doloroso.
En “Autoestima y bienestar emocional” se explica cómo cultivar la autocompasión nos permite disfrutar sin culpa, fortaleciendo la confianza y el equilibrio interno.
Cómo ayuda la terapia psicológica a reconectar con las emociones
En terapia, se aprende a nombrar, sostener y comprender lo que uno siente. No se trata solo de hablar, sino de acompañar el proceso emocional desde la presencia y la aceptación. La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) ayudan a desarrollar habilidades para convivir con las emociones sin ser dominado por ellas.
En la terapia psicológica online, el acompañamiento permite abrir este espacio desde casa, en un entorno seguro, explorando lo que sientes con un profesional que te guía con empatía.
Ejercicio práctico: nombra lo que sientes
Haz una pausa de un minuto y pregúntate: “¿Qué estoy sintiendo ahora?”. No busques una palabra exacta: quizá es mezcla de cansancio, inquietud, gratitud o miedo. Nombrar la emoción la vuelve manejable. Observa en qué parte del cuerpo la sientes y qué necesita de ti: descanso, expresión, consuelo o acción.
Conclusión: sentir es vivir
Darse permiso para sentir es un acto de honestidad y coraje. Implica aceptar la imperfección y abrazar la experiencia humana con todas sus luces y sombras. Cuando dejamos de huir de lo que sentimos, encontramos algo más profundo: la paz que surge de estar en contacto con uno mismo.
Sentir no te debilita: te hace más real. Y en esa autenticidad, empieza la verdadera sanación emocional.
