Una agresión sexual es una de las experiencias más amargas que puede sufrir una persona. Aunque puede expresarse con mayor o menor violencia, se trata de un gravísimo atentado contra la intimidad, que pone en peligro la integridad física y psicológica.
El impacto puede provocar terribles consecuencias psicológicas. Existe un trauma derivado de la experiencia que cursa con una gran diversidad de síntomas y otros trastornos psicológicos derivados. Afecta al estado emocional de la víctima, que puede que quiera ocultar lo sucedido e incluso sentirse culpable, por lo que es recomendable la ayuda psicológica para superar el problema.
¿Cuáles son las principales secuelas de una agresión sexual?
Después de una experiencia de este tipo es habitual desarrollar un trastorno de estrés postraumático con su sintomatología clásica:
- Imágenes recurrentes del suceso traumático.
- Estado de alerta, problemas de concentración, insomnio, irritabilidad.
- Evitación de estímulos que puedan recordar a la experiencia traumática.
- Estado de ánimo dañado, depresión…
Con el tiempo, pueden aparecer otro tipo de síntomas o trastornos. Por ejemplo:
- Evitación del contacto físico
- Miedo a la autoridad
- Evitación de las situaciones de intimidad
- Autoculpabilización
- Vergüenza
- Baja autoestima
- Ansiedad
- Trastornos disociativos
- Trastornos de la conducta sexual
- Adicciones, abuso de alcohol y otras sustancias
- Ideación suicida
- En el caso de los niños, fracaso escolar, enuresis o encopresis, pesadillas y terrores nocturnos, autolesiones, problemas de comunicación, tristeza y depresión, inseguridad, retraimiento…
Aspectos más relevantes del tratamiento de agresión sexual
Para recuperarse de un episodio así, se aconseja compartirlo con un especialista en salud mental.
Muchas de las víctimas posponen demasiado la ayuda profesional, por una negación de la experiencia, por vergüenza o por sentimientos de culpabilidad ante lo sucedido. Es un error, cuanto más rápida sea la intervención habrá más posibilidades de mejoría.
Los síntomas provocados por el trauma pueden ser abordados con distintos tipos de terapia. Un psicólogo puede ayudarte a entender tus sentimientos y gestionarlos de manera saludable. Te proporcionará las herramientas que necesitas para manejar el dolor y la ansiedad. Siempre con empatía y respeto, para que puedas liberarte y seguir adelante con tu vida.
En líneas generales, desde un punto de vista más clásico se plantean diferentes alternativas, que pueden ir desde la intervención cognitivo-conductual basada en el trauma, con la reestructuración cognitiva (enfocada al cambio de emociones, pensamientos o patrones de pensamiento negativos) y el entrenamiento en habilidades de afrontamiento; hasta la psicoterapia de orientación psicodinámica, la terapia Gestalt, la hipnosis clínica, etc.
Un modelo más actual es el EMDR, método de elección para pacientes con trastorno de estrés postraumático y que está explícitamente indicado para casos de abuso sexual.
En el mismo caso encontramos la SHEC (Sincronización de Hemisferios Cerebrales).
Otra modalidad de intervención que ha mostrado efectividad en casos de estrés postraumático es la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT).
Todas estas fórmulas deben ir siempre en combinación de técnicas de relajación encaminadas a la reducción de estrés, mindfulness, etc., que te permitan enfocarte en el presente y desechar recuerdos traumáticos.
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