En otros artículos hemos hablado del concepto del apego y de los cuatro estilos descritos por el psiquiatra y psicoanalista infantil John Bowlby: apego seguro, apego ansioso ambivalente, apego evitativo y apego desorganizado
En este artículo vamos a detenernos en el último de ellos, el apego desorganizado y sus consecuencias en la etapa adulta. ¿Qué es el apego desorganizado? Este es el estilo de apego en el que el vínculo entre la persona cuidadora y el niño resulta más amenazante y desestabilizador, por lo tanto el que ofrece un peor pronóstico.
Características del apego desorganizado
En este estilo de apego, el menor se cría en un ambiente hostil, caracterizado por la agresividad y la amenaza, la falta de respeto, un maltrato físico y psicológico. Es una experiencia sostenida en el tiempo que provoca un gran desequilibrio en el niño/a.
En este tipo de vínculo, el niño/a se convierte en víctima. Al mismo tiempo, al ser una persona absolutamente dependiente, necesita acercarse a la persona cuidadora a pesar de ser consciente de que le van a hacer daño.
En consecuencia, las características que suelen definir a un niño con este estilo de apego son las siguientes:
- Miedo hacia la persona cuidadora
- Miedo a explorar su entorno: por temor a que los hieran o a cometer errores por los que puedan ser castigados.
- Disociación: pérdida de contacto con la realidad, desarrollada como mecanismo de defensa para evitar el dolor.
- Hipervigilancia: desarrolla una alerta constante para evitar las agresiones o situaciones amenazantes.
- Trastornos cognitivos: son frecuentes los déficits de atención, memoria y concentración, estrés postraumático, expresión verbal pobre…
- Baja autoestima: son niños con sentimiento de culpa, que creen merecer los castigos que reciben.
Si consideramos el apego como un continuo, el apego desorganizado se sitúa en el polo opuesto del apego seguro.
Consecuencias de un apego desorganizado en la vida adulta
En la vida adulta se produce el reflejo del estilo de apego vivido en la infancia. Son personas que suelen tener dificultad para identificar las emociones de los demás, que pueden vivir convencidas de que han sido y siguen siendo malas personas que merecieron ese trato.
Igualmente, basándose en su experiencia, pueden normalizar la agresividad y la violencia las relaciones entre personas, en la creencia de que tarde o temprano ellas mismas van a ser agredidos. De esta forma, se les hace más difícil establecer relaciones íntimas de calidad.
En suma, nos encontramos con personas nada empáticas ni respetuosas con sus semejantes (jamás tuvieron un modelo de respeto ni recibieron un trato así), que no comprenden sus obligaciones ni derechos dentro de la sociedad. Son proclives a trastornos emocionales como la depresión y ansiedad y adicciones a las que recurren para afrontar su mala experiencia infantil.
Objetivos de la terapia
La persona que han sufrido este estilo de apego desorganizado está convencida de que va a ser agredida. Por lo tanto, necesita reparar el daño para confiar en los demás.
El objetivo de la terapia es ofrecerle un espacio de seguridad y confianza para poder identificar ideas y sentimientos, propios y ajenos. Asimismo, debe aprender a generar recursos ante los acontecimientos adversos que no sean la violencia o la disociación.
La imagen negativa y nociva del mundo puede ser remplazada por otra en la que puedan sentirse seguros y tener el control, sin recurrir a la agresividad ni la violencia en sus relaciones.
Puedes solicitar cita previa para tratamiento aquí.
Autor: Psicólogo Rafael Gómez