Cuando una persona comienza a desarrollar síntomas de ansiedad en el acto de conducir, es difícil que pueda sentirse comprendida por el entorno, ya que la mayoría de las personas tan sólo acierta a pensar que sólo se puede desarrollar miedo en la conducción cuando se ha sufrido un accidente de tráfico.
Sin embargo, los datos de varios estudios revelan una realidad mucho más profunda que el posible trastorno de estrés postraumático producido a raíz de un accidente grave.
El problema de la ansiedad en la conducción ha sido designado en castellano de una manera poco acertada como “Amaxofobia”, que etimológicamente viene del latín “amaxo=carro” , lo que se podría referir a un miedo hacia el propio vehículo, lo que se aleja de la realidad de muchas personas que padecen el problema en diferentes variantes. La tendencia de los psicólogos a usar nombres con -fobia podría continuarse con “Hodofobia” (hodo=camino), que se referiría al miedo a viajar, “Autofobia”, que intentaría mezclar parte de auto-móvil, pero no sería correcto porque el término se refiere a miedo a estar solo; o incluso siendo más osados podría llegar a “Autoautofobia”, pero este intento acabaría designando a miedo a estar solo en un auto, por lo que tampoco sería muy coherente.
Por tanto, preferimos utilizar términos usados a nivel internacional como “Ansiedad en la conducción” o “Miedo a conducir” que permiten ser más amplios en cuanto a la dimensión que alcanza el problema, que engloba circunstancias como la ansiedad social, el pánico, la agorafobia, la claustrofobia o la hipocondría, por mencionar algunos.
Causas
La conducción como acto psicomotriz complejo, tiende a ser bastante revelador de las dificultades de gestión emocional que tienen las personas. Al ser un acto “en directo” que acarrea bastante responsabilidad, puede exacerbar la carga emocional que lleva la persona ante ciertos estímulos que se dan al conducir.
Para ser más precisos, y no desarrollar demasiado este artículo introductorio, nos ceñiremos a tres aspectos:
- Sufrir un ataque de pánico al volante
Para muchas personas, algunas circunstancias de la conducción como la velocidad, circular por autovías, los túneles o los puentes, pueden resultar “detonadores” de un nivel de ansiedad súbito que, al vivirlo mientras se conduce, ponen a la persona en una posición que puede considerar de riesgo.
Al sentir la desagradable experiencia de una sintomatología ansiógena muy exacerbada o incluso un ataque de pánico, la persona tiende a interpretar que podría tener dificultades para controlar su vehículo al poder desmayarse, sufrir un ataque cardiaco o un problema de salud grave, y tan sólo escapar de la situación, le brinda la oportunidad de dejar de sufrir.
Por desgracia, cuando la persona acaba huyendo de la situación, el miedo tiende a fortalecerse porque nuestro cerebro genera un condicionamiento, considerando que lo que ha causado esa mala experiencia han sido las circunstancias de la conducción y sólo tiene como opción evitar esas circunstancias para no correr riesgos. Ello lleva a desarrollar lo que se ha llamado un “Trastorno de Evitación Experiencial!”
- Falta de pericia o experiencia al volante
Aunque conducir llega a ser un acto que podemos automatizar de forma total y realizarlo sin esfuerzo alguno, todos podemos recordar las primeras experiencias que tuvimos al comenzar con la autoescuela. Una mezcla de sensaciones entre la ilusión de ser libres al manejar un vehículo de automoción y la alta responsabilidad de no dañar ni dañarnos al hacerlo. Por ello, suele resultar más asequible obtener la licencia recién cumplida la mayoría de edad, porque desde nuestro punto de vista la “osadía adolescente” ayuda a afrontar el miedo con más soltura.
No obstante, por supuesto que se puede obtener la licencia a cualquier edad, pero según nos hacemos más mayores, muchas personas desarrollan más miedos y ello se puede observar especialmente en las habilidades psicomotrices como en los deportes en los que hay riesgo de caída, por ejemplo.
Si a la dificultad que nos podría brindar la edad, le sumamos los factores de dificultades a la hora de gestionar las emociones, experiencias desagradables previas, modelos de conductores agresivos, profesores demasiado hostiles o exigentes o la baja autoestima, puede haber personas que acaben sintiendo que la conducción no es para ellas por lo mal que les hace sentir.
Como todo aprendizaje, el asentamiento ha de ser progresivo y hay mejores momentos que otros. Pero si caemos en “aparcar el carné” una vez obtenido con sudor y lágrimas, puede que nos haya quedado pendiente el desarrollo individual de las habilidades como conductores, que toda persona necesita emprender para poder ser realmente libre con su vehículo.
- Ser víctima de accidente
A pesar de las creencias populares que señalarían que esta circunstancia es la más “legítima” para causar miedo al conducir, las cifras no lo dejan tan claro. No se puede negar que cuando alguien sufre un accidente grave, la siguiente vez que viaje o conduzca un vehículo estará bastante agitado.
Afortunadamente el desarrollo del trastorno de estrés postraumático por accidente de tráfico apenas alcanza el 5% como causa, y la mayoría de las personas que han vivido un accidente, pueden superarlo y recuperar la capacidad de conducir.
Al principio no será fácil volver a hacerlo, pero al igual que tampoco lo es volver a realizar experiencias que han tenido para nosotros un resultado desagradable, emocionalmente hablando. Con paciencia, esfuerzo y comprensión sobre la problemática, se puede afrontar el problema y por extensión aprender a solucionarlo.
Síntomas
Físicos: Taquicardias, sudoración excesiva, temblores, dificultad respiratoria, tensión muscular, visión borrosa o distorsionada, mareo, etc
Cognitivos: Anticipación de consecuencias negativas,: de sufrir un accidente, causar daño en los demás, tener problemas con otros conductores o sufrir de nuevo un ataque de pánico al volante.
Motores: Evitación de todas aquellas circunstancias que la persona considere peligrosas y causantes de su problema. Búsqueda de compañía al volante o limitación de la conducción a un vehículo “seguro” como el coche de la autoescuela.
Tratamiento
Consciencia sobre el problema: la persona ha de ser capaz de reconocer que lo que le ocurre es un problema de ansiedad y no cualquier otra cosa. Si la persona, con ayuda terapéutica, es capaz de identificar lo que le está pasando, podrá ser capaz de manejarlo.
Reaprendizaje de la conducción bajo nuevos términos: no se trata de añadir conocimientos técnicos sobre el acto en sí de conducir, sino aprender estrategias que permitan manejar nuestras emociones durante la conducción.
Estrategias de afrontamiento: Principalmente es crucial el fortalecimiento de la atención para que nos permita manejar mejor tanto los síntomas físicos de la ansiedad como los pensamientos anticipatorios de catástrofe.
Exposición al problema: Si la persona no llega a afrontar de forma individual y voluntaria los contextos que tiende a evitar, la posibilidad de superar el problema queda lejos de su alcance. Eso si, siempre de forma gradual y una vez alcanzados los puntos mencionados anteriormente para hacerlo de manera adecuada.