La Terapia de Aceptación y Compromiso tiene en los valores personales uno de sus ejes principales. Este modelo de terapia los considera imprescindibles para tener un contexto válido donde el malestar pueda encontrar sentido.
Por lo tanto, los valores se consideran como una guía, una especie de brújula, como direcciones a las que dirigir la acción. Son un proceso, no un resultado.
¿Qué son los valores para la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)?
Cuando hablamos de valores en este tipo de terapia no nos referimos a creencias o valores morales, no se basan en sentimientos ni en juicios de valor. Para la ACT valorar es actuar, ir hacia una determinada dirección en los ámbitos vitales a los que damos más importancia, que pueden repercutir en una mejor calidad de vida. Dicho de otra forma, “lo que uno quiere verse haciendo” a la larga en esas diferentes parcelas de su vida.
Aunque cada persona tiene los suyos, dependiendo de sus necesidades y experiencias, los ámbitos de valor suelen estar relacionados con la familia, la pareja, el trabajo, las relaciones personales, el crecimiento personal, el ocio, la espiritualidad, la salud, la participación comunitaria, etc. En definitiva, las cosas que son realmente importantes en tu vida.
Si los valores son los encargados de dirigir nuestras acciones, la falta de claridad en ellos dificultará dichas acciones. Dentro del trabajo que realiza la ACT, la clarificación de las direcciones de valor para la persona es uno de los primeros pasos.
De modo que los valores son un referente continuo (aunque puede ser también variable con el tiempo) desde los primeros compases de la terapia, que servirá para comprobar los avances del proceso terapéutico.
El contexto de los valores para lograr el bienestar emocional
Para esta terapia, a la base del malestar psicológico con el que las personas llegan a la consulta está el anhelo de poder vivir una vida más feliz relacionada con las cosas que más valoran y quieren: familia, pareja, trabajo, vida social… estas son sus áreas de valor. Por eso buscan ayuda. Lo que no son capaces de ver es que están centrando toda su vida en solucionar un problema, dejando abandonadas las cosas más importantes.
Para salir de este embrollo, la persona necesita explorar, identificar y jerarquizar sus áreas de valor. Existen diferentes herramientas psicológicas, cuestionarios y hojas de trabajo que permiten aclarar los valores y definir actividades dirigidas hacia ellos.
Finalmente, todo este proceso le va a servir a la persona para analizar la consistencia de su comportamiento y de sus acciones con sus valores personales. Y descubrir qué desajustes existen.
Partiendo de ese análisis es posible investigar y localizar los eventos privados que funcionan como barreras psicológicas (argumentos racionales y emocionales, sentimientos, verbalizaciones, perturbaciones...) que impiden a la persona actuar de acuerdo con los valores que ella misma ha determinado en terapia.
De esta forma, la persona puede darse cuenta de lo infructuosa que puede ser su estrategia de evitación y control de las sensaciones y pensamientos que provocan su malestar. Puede adquirir conciencia de cómo esa actividad que solo busca suprimir lo negativo interfiere o eclipsa el cuidado de las facetas realmente importantes en su vida (sus valores).
Así, las acciones con compromiso dirigidas hacia los valores propios sustituyen a la espiral de acciones evitativas que intentaban suprimir el sufrimiento.
La lógica rígida por erradicar el malestar deja paso a su aceptación, a poder convivir con este, y a la toma de distancia con los propios pensamientos y sensaciones. Así pues, los valores son cruciales para fomentar el cambio de conducta en el sujeto.
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